Cantar de los poetas
I
Nacimos en estas tierras
cuando las criaturas aún dormían en el barro
y los hombres apenas eran proyecto de los dioses
Consolamos a los mares en aquellos tiempos violentos
Las bestias se regocijaban
mientras las selvas
con sus extensos brazos
escondían cánticos que nuestros diminutos cuerpos cantaban
Fuimos testigos del nacimiento del primero hombre
(Surgió de la tierra, del agua y el fuego
de las manos oscuras y temblorosas
de un artesano que le soñó desde siglos
desnudo ángel en el exilio
en su destierro, el estridente grito
se confunde con el suspiro del viento
Nació del maíz y del dolor de la noche
y arrastrándose fue el primero en vagar
por parajes ennegrecidos
cuando todo se volvió desierto
haraposo sucio descalzo
deambuló cuando sólo era silueta
y entonces la mujer de ojos negros
manos suaves apacibles
piel bronceada y cabellos azabache
fue su primera figura materna )
desnudos, las otras criaturas caminaban en el barro
las bestias les lamían los rostros y las manos
en las noches de grandes brillos
ellos jugaron a la inocencia
y así nació la generación de carne
Los mares
con sus olas vehementes
presagiaron la nueva época
y los peces multicolores lanzaron lamentos
mientras nuestra música se escondió en los árboles
II
Romperé en momentos el pasado
Como grillo
cantaré mis dolencias
a la oscura madre
y cuando las horas hayan caído
como hojas muertas de los arbustos
y los mares silenciado su oleaje
el niño bailará alegremente
junto a los frondosos vástagos de la tierra
III
Los jóvenes en la pirámide
a la serpiente llaman
incienso de huesos
el vaho de tarde baña
efigie de leopardo
guerrero antiguo
juega
libre
el muchacho caracol
mutando en voces
ocultándose el círculo embriagador de nativos
cae sobre una urbe legendaria
y un friso ancestral
presagia sacrificios
rituales de amantes miles
entonces
llora un dios con sangre:
a la ráfaga de luz se la acabaron sus hijos
IV
Perdieron el rostro del tiempo
el sonido nocturno de las aves que se dispersaron
en una ciudad que ya no conoce a sus fantasmas
No creyeron en la inocencia
Autores del cataclismo
condenaron a los niños más virginales
que fueron devorados por las quimeras
Pero el semblante de la luna
es la eterna promesa del marginal
Un hombre con harapos recorre las calles
de una metrópoli en ruinas
Hoy surgimos de los árboles y las olas
En lo más alto de la antigua casa paterna
se contemplan los atardeceres
que ya no son como antes
que ya no son el retrato del pintor rupestre
Dejaron escapar los sentimientos en el abismo
En la oscuridad duerme su pasado
que ya sólo son fragmentos de una historia
Fantasmagórica silueta se escapa
Los ojos apoderados de luces
verán la levedad de los besos
y en la perpetuidad
la efigie rutilante de tu cuerpo
murmurará su tacto
No alcanzarán mis manos
para recorrerte y tatuar
tu ola de piel suavísima
esa piel que se esconde en los años
como estrellas viejas
que ocultan su opaco brillo
atrás de las galaxias jóvenes.
Los labios sentirán la soledad
el vacío de la carne
la fantasmagórica silueta que se escapa
con el fulguroso sueño de mil noches.
Se aprende del dolor
cuando se observa al retoño caer con sangre,
desenterrar al niño recién nacido
con la sonrisa aun en el semblante tierno;
dolor, cuando la mar de muchos peces
es mancillada por el rencor de naciones
que no saben de la tierra,
que no saben de los juegos infantiles
ni de las promesas del hijo a los padres;
y se sabe del dolor
cuando una lluvia que debiera refrescar
el santuario de una ciudad legendaria,
se transforma en balas que arrojan
los hombres que odian su propia raza;
por hombres que sueñan sentarse a la derecha
de un dios sin rostro
de un dios sin vida.
Ese sentimiento que golpetea
a los niños cercenados por las piedras,
por los misiles que como ráfagas
descienden en los hospitales y escuelas;
esa tristeza que se gana la mujer sin manto
cuando la señala el racismo de su pueblo
y le quitan al vástago
para convertirlo en un soldado suicida,
ese sentimiento,
también es el dolor que no se oculta
que perpetuo estará en la carne,
en los sueños,
en los lustros de vida del joven
que deseoso de aprender
no tuvo más que el arma como único libro
para su futuro ya escrito en su espalda.
La pobreza, parte del sufrimiento,
como arma blanca traspasa la epidermis
y el bebé llora y llora como la lluvia;
familias tristes caminan por los desiertos
y el alacrán acecha en enormes palacios .
Se aprende del dolor
cuando la enfermedad llega con la alegría
y los campos son arruinados por el polvo
cementerio de cadáveres donde duermen
los animales mutilados por el llanto
de una noche que no tiene luna
de una noche sin aire o la llovizna.
Y se aprende del dolor
en los templos de sacrificio
cuando en vez de palomas y becerros
lapidan a una mujer sin nombre
o degüellan a un periodista extranjero
todo en nombre de un dios
que no tiene carne
que no tiene alma.
Se aprende del dolor,
en cada instante de nuestra vida
Armando Pacheco es autor de la plaqueta Entidad en el exilio y otros poemas de añoranza y recibió una Mención de Honor Premio Regional de Poesía “José Díaz Bolio”, en 2005 y 2006. Al mismo tiempo, obtuvo el primer lugar del Premio Estatal de Poesía Joven “Jorge Lara Rivera”, así como el tercer puesto en la edición 2010 de ese mismo certamen.
En 2007, fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Yucatán y un año más tarde, se desempeñó como coeditor del Mapa Poético Mexicano. Su obra ha figurado en antologías y revistas de corte cultural.
Actualmente, funge como director del Colectivo Letras en Rebeldía y del Diario Arte y Cultura en Rebeldía. Además, es integrante fundador del grupo de música folclórica latinoamericana Qallay y coordinador de la Sala de Lectura de la Biblioteca “Melba Alfaro Gómez”.